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Poetas extremeños: LUIS ÁLVAREZ LENCERO marzo 12, 2008

Posted by Carmen Luisa Romero in Poesía, Poetas Extremeños, Uncategorized.
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BIOGRAFÍA de Luis Álvarez Lencero

Badajoz, 1923 Mérida, 1983

Luis Álvarez Lencero.Poeta y escultor. De procedencia campesina, compaginó la poesía y el trabajo (mecánico, herrero, administrativo). Sus primeros versos datan de finales de los años cincuenta, cuando acudía a Radio Badajoz o a las tertulias de Esperanza Segura o de la Sociedad Económica, en las que alternaba con Delgado Valhondo, Manuel Pacheco, Manuel Monterrey.

De esas reuniones saldrían sus publicaciones en Alor, Alcántara, Anaconda, Gévora, Caracola (de Málaga), Malvarrosa (de Valencia), o en la revista griega Poésie sans frontiérès. Pronto, pues, Luis Álvarez comenzó a publicar con regularidad, bajo la admiración que sentía por Bécquer y Alberti.

Luego su espíritu insatisfecho le impulsó a iniciar empresas nuevas, y con esa intención participó en las modas vanguardistas, como el Surrealismo. Más que expresar la vida consciente, procuraban expresar la vida del subsconciente y de los sueños. Así escribió El surco de la sangre (1953) y Sobre la piel de una lágrima (1957).

Los contenidos temáticos de Sobre la piel de una lágrima están vinculados al hombre, tanto en su dimensión trascendente y terrenal, como personal y social.

Luis älvarez Lencero, además de poeta, se distinguió como escultor, labor en la que utilizó particularmente el hierro. En la foto podemos ver una de sus esculturas de la serie Toro Bravo.

La pena es contemplada ya como sentimiento poético, ya como ingrediente consustancial a la naturaleza humana, y se crece ante la presencia de la muerte, o entre los problemas cotidianos y la tímida esperanza de eternidad. La pena no sólo afectará al poeta sino al mundo rural, al campesino extremeño, acosado por el hambre y la deshumanización.

Y todo ello expresado en un estilo que connota una vena de procedencia culta, y otra de procedencia popular. en motivos temáticos propios de la lírica tradicional: canciones de trabajo, de cuna, albadas, nanas.

Pero estos entusiasmos de sus años jóvenes pasarían, y la vida empezó a presentarle su lado amargo, y en sus versos aparecerían los ecos del dolor. A principios de los años sesenta murió su amigo Manuel Monterrey, el viejo poeta modernista, y Álvarez Lencero, para desahogar la melancolía, compuso una dolorida elegía, Tierra dormida (1969).

Luego, con el paso de los años, el artista deseará compartir los desasosiegos de los hombres con quienes habitaba en esta amarga residencia. Sentirá la necesidad de gritar y clamará por la justicia. Su estancia en Alemania allá por los años sesenta- debió de acentuar estas preocupaciones sociales: el conocimiento que allí tuvo de las malas condiciones laborales de los obreros tuvo que incentivar unas inquietudes sociales que aparecieron en su libro Hombre (1961) y que culminaron en Juan Pueblo (1971). En ellos se reflejan las circunstancias tan particulares que vivió la España de la posguerra: hambre, miseria, así como la falta de libertad, la opresión que ejercían los patronos, el paro…

A la enorme satisfacción que supuso para él la acogida que se dispensó a Juan Pueblo, se sumó ese mismo año el éxito de la exposición que en Madrid hizo de sus esculturas (entre ellas el famoso “Vietnam”). Las estrofas de Juan Pueblo se suceden alrededor del hombre, como ente social, en convivencia y antagonismo con los otros.

Con la intención de dar testimonio, de clamar por la libertad, muchos versos del libro van dirigidos al “tú” o al “vosotros” de la colectividad. Aquí el hombre extremeño, y el hombre universal, son los centros de observación: los hijos del sudor, del hambre, Juan Tonto, Juana Negra… con sus problemas cotidianos, con sus miserias, y penas.

Poco después, en 1973, se establecerá, ya casi hasta el final de sus días, en Colmenar Viejo, donde una grave enfermedad de pulmón empieza a debilitarle.

Pero fue entonces, paradójicamente, a medida que se agotaban sus fuerzas, cuando su voz, depurada por el dolor y la pena, adquirió su timbre más vigoroso, más personal, con esa vuelta definitiva que operó el poeta hacia su propio silencio: la soledad, la pena, la muerte, Dios, el destino… asomaron con fatal determinación en Canciones en carne viva (1973), Poemas para hablar con Dios (1982) y Humano (1982).

Aparecido en diciembre de 1982, Humano había crecido en medio de la soledad y de la enfermedad del poeta, internado en hospitales madrileños durante largas temporadas. Tales circunstancias explican que el libro entienda la vida y la creación literaria como un quehacer apenado y como una ofrenda a la dignidad de la persona y de su tierra extremeña, presente hasta el final. El dolor del hombre, como ser individual, es el móvil determinante, aunque sin desecharlo como manifestación colectiva; y junto a ello los motivos amorosos.

Álvarez Lencero trabajando el hierro. Ahora, más que nunca, la expresión es directa, llana, sentida, y enraizada en el corazón del hombre. Con más galanura que en ningún otro libro, el verbo permite acceder al fondo de las emociones.

BIBLIOGRAFÍAEl surco de la sangre. Guadalajara, colección Doña Endrina, 1953.

Sobre la piel de una lágrima. Caracas, colección “Lírica Hispana”, 1957 (con pórtico de Conie Lobell y Jean Aristeguieta); ed. Simultánea, Badajoz, Arqueros, 1957.

Hombre. Madrid, Trilce, 1961.

Tierra dormida. Badajoz, Diputación Provincial, 1969 (prólogo de Antonio Zoido).

Juan Pueblo. Badajoz, Doncel, 1971; 2ª ed. Facsímil, Los Santos de Maimona, Grafisur, 1982 (prólogo de Emilio Vera).

Canciones en carne viva. Madrid, colección “Se hace camino al andar”, Zero-Zyx, 1973.

Antología poética. Badajoz, Universitas Editorial, 1980 (prólogo de Manuel Pecellín).

Homenaje a Extremadura. Badajoz-Cáceres, edición particular, 1981.

Poemas para hablar con Dios. Extremadura-Madrid, Artes Gráficas Ibarra, 1982 (prólogo de A. García Galán).

Humano. Los Santos de Maimona, Grafisur, 1982 (prólogo de Tomás Martín Tamayo).

Obras escogidas. Badajoz, Diputación Provincial, 1986 (prólogo de Ricardo Senabre).

Obras completas. Badajoz, edición de B. Gil Santacruz, 1988 (con prólogo de Francisco Lebrato).

Comentarios»

1. Enrique Carreño Russi - abril 25, 2009

He encontrado en una vieja biblioteca que pertenecío a mi padre, un pequeño libreto de poesias de Manuel Monterrey .Aparece una dedicatoria personal a mi padre. Año 1918

2. Paco González - abril 22, 2010

Conocí personalmente a Manuel Monterrey, me pareció un gran poeta romantico. Fue maestro de Lencero y de Pacheco y en alguna medida mio. Mis recuerdos para todos ellos.


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